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domingo, 28 de noviembre de 2010

Leonor y Los Elfos




Era a principios de la primavera, cuando el viento todavía soplaba con fuerza. La lluvia helada podría venir sin previo aviso, como un ejército arrogante de ocupación y pisotear todo lo que era vulnerable. Flores que habían abierto demasiado pronto podrían caer. Criaturas frágiles enfermas e indefensas no verían el verano.

Una tarde de marzo, el aguanieve empezó a hacer su ruido revelador sobre el cristal de la ventana y a Leonor le ardió la cara mientras caminaba entre los arbustos. Al llegar a su casa cual fue su sorpresa que su gato había desaparecido. ¡Su primer día aquí y había permitido que Lucio escapara! Realmente parecía que una puerta lateral se había quedado abierta, y Leonor se culpó a sí misma. Debía haberlo comprobado, siempre comprueba todo, antes de permitir que Lucio pudiera escapar. No sabía donde estaba. Podría morir, lo buscó por todas partes, no sabía que camino habría tomado.

Ella pensó: creí haber cerrado todas las puertas, un trabajo que por otro lado es agotador. Era demasiado. Demasiado. Leonor se hundió en sus rodillas entre las filas de cajas desempaquetadas, se llevó las manos a la cara desconsolada. Lucio, le portaba luz. Había sido la luz de su vida solitaria durante trece años, uno de los mejores amigos que ella nunca había conocido…



 
A través de sus ojos borrosos de llorar, miró hacia la parte superior de la escalera. En la pared blanca había una silueta gris con la forma de la cabeza de un gato! Estaba allí arriba! "Ah, Lucio," Leonor suspiró, "gracias a Dios" Pero algo no iba bien, la sombra empezó a moverse, oyó tras ella un ruido de pasos subiendo la escalera suavemente. Su corazón se rompió una vez más, descubrió que la sombra que se movía provenía del papel de uno de los regalos. Leonor se armó de valor. Quería encontrar a su gato. Así que a toda prisa salió a la fría intemperie buscando debajo de cada arbusto y de cada rincón, sus manos se estaban quedando congeladas. Encendió su linterna y gritó: - ¡Lucio!

Posiblemente el animal estaba oculto del frío. Miró con la linterna apuntando en cada rincón y se dirigió hacia el cobertizo de madera que había estado abandonado hace años. Olía a la fragancia de una tumba abierta y con un suelo tan bajo que era imposible caminar de pie y se tenía que arrastrar por el fango. En uno de los rincones del cobertizo allí estaba Lucio, encogido pero a Leonor le era imposible extender sus brazos hacia él. Estaba atrapada entre unas vigas de madera que le cerraban el camino y le era imposible avanzar ni adelante ni atrás.



Fue entonces cuando vio a unos extraños seres, unos quince o veinte alrededor del tembloroso gato. Estaban mirando a Leonor como una cara de suficiencia e insolencia. No saludaron en ningún momento. Sus pequeños ojos prepotentes no mostraban ninguna otra emoción, simplemente tenían un aire de impaciencia de continuar con el trato. Un trato difícil. Leonor ya lo sabía. Siempre era lo mismo.

Leonor bajó su cabeza casi en la exasperación y dijo: - "Muy bien "¿Qué queréis?"
Pequeños y minúsculos hombres con sombreros puntiagudos y barba larga como de tela de araña, parecían las figurillas que al dentista de Leonor le gustaba poner en su ventana pero estos hombrecillos no eran figuras talladas. Antes de que ella llegara a algún trato, Leonor se encontró de nuevo en su sala de estar.



Estaba desnuda y seca bajo la más suave de las mantas sentada en un sillón junto a la chimenea. Deliciosas ondas de aire caliente salían de los radiadores y los hombres pequeños se alumbraban con un fuego de un fresco roble. ¡Parecía magia de hadas! Ella se acordaba vagamente que estaba en un lugar oscuro cuando fue golpeada por algo pesado pero no lo suficiente para causarle daño y ahora de repente se encontraba aquí.

Los hombres pequeños corrían a lo largo de la antigua casa victoriana, abriendo todas las cajas y cajones, de manera eficiente y mirando todo lo que contenían. Lo abrían todo y ponían los objetos cuidadosamente lejos. Cuando habían vaciado una caja, simplemente desaparecerían con todo el contenido rápidamente. Se organizaban en formaciones en torno a piezas del mobiliario para moverlo todo con mayor comodidad pero sin tocar nada. Leonor no se dejó impresionar; ni siquiera estaba mirando. Se tapó la cara con sus manos y empezó a sollozar diciendo: - ¡No Lucio! No le importaba si los elfos lo cogían todo, si limpiaban, o si sustituían la azotea o la fontanería- ella sólo quería a su amigo, su Lucio.




No se dio cuenta que los elfos se estaban llevando muchas de sus pertenencias de la casa. Sobretodo las cosas brillantes y los adornos, también fueron desapareciendo bufandas largas de seda, bisutería llamativa, faldas de terciopelo que nunca volvería a ver. Por supuesto, no le importaba. Ninguno de los elfos había hablado todavía. Miraban poco a Leonor al pasar por ella, pero era siempre la misma mirada insolente, como si fuera sólo una distracción moderada a su paso.

Los Elfos y Hadas cambian de forma y son del mundo de los espíritus, no viven en el mismo plano de la realidad que los seres humanos mortales.
Ellos no tienen ni se guían por las mismas emociones y podemos ser incomprensibles para ellos. La aproximación más cercana de su relación con los seres humanos, sería probablemente la misma que relacionarse con un insecto.

Podemos verlos, escucharlos, comprender sus necesidades básicas, pero no podemos ver su mundo a través de sus ojos, o sentir lo que está en sus corazones. Pero ellos habían conocido perfectamente sus necesidades básicas…lo suficiente como para poner a Leonor en la casa, ponerle una manta sobre ella y calentarla con la luz del fuego. Tal vez también sabrían lo suficiente como para dar a Lucio un lugar cálido y seco. Tal vez no tenían una percepción del amor entre Leonor y su gato, o no se preocuparon por él. Pero Lucio era otro ser viviente. Tal vez lo habrían podido salvar.




¿Cómo comunicarse con ellos?

Leonor vio su teléfono móvil que sobresalía de su cartera ahí tirado en el suelo a sus pies, el pequeño teléfono de color negro mate, había sido hasta ahora ignorado por los hombrecillos. Varios de los hombres pequeños se detuvieron un momento como para querer investigar su cartera, sin embargo Leonor fue más rápida, lo cogió y pulsó la tecla de encendido y la pantalla se iluminó. En ese momento cientos de codiciosos ojos de los elfos empezaron a mirar en dirección de la luz fija digital del teléfono móvil. Estaba a punto de llamar a la Dra. Matilde en casa.

El dentista con las figuras de enanos no podría creer en hadas, pero su madre que sabía de tantas historias de elfos y hadas si podría creerle y valía la pena intentarlo. Tal vez Leonor y Lucio fueron separados y la señora Matilde podría ayudarla a pedir a los elfos donde estaba el gato. A los agudos sentidos de los elfos les causaba admiración y hasta placer ver y oír como Leonor pulsaba las teclas del teléfono móvil, era como música para sus oídos y entonces a Leonor se le ocurrió una idea. Empezó a jugar con los tonos de llamada, sinfonías diferentes, mostrando imágenes de la pantalla LCD a los hombrecillos por todo el cuarto y entonces los elfos se tambalearon y se empezaron a marear. Había desaparecido su insolencia, el aire burlón, incluso algunos babeaban en su barba gris de algodón de azúcar.
Entonces Leonor se abalanzó sobre ellos.




Leonor puso una película casera, una película de Lucio que caminaba por una habitación, bateando un juguete. Era un teléfono celular que podría mostrar fotos digitales y videos cortos. Puso la panorámica de la pantalla y la enseñó para que todos la pudieran ver. Se vio a ella misma sonriendo a la cámara, y de repente la pantalla se oscureció y apagó. Leonor comenzó a llorar. Sostuvo el pequeño teléfono junto a su pecho, inclinó su cuerpo en la cintura, y gritó de dolor. Su manta cayó de su cuerpo y la pisoteó, enseguida dio la espalda dejando ver sólo su amplia cabellera. Los líderes de la colonia elfo miraron fríamente esta escena indigna. Fruncieron el ceño de disgusto. Leonor se detuvo y miró hacia atrás. Ella sacó el labio inferior, desafiante, burlándose de los elfos.
¿Cuánto tiempo duró aquello? es difícil de precisar cuando hay una fuerte emoción como el amor, el dolor, la codicia, la ira...

Por último, el más valiente elfo avanzaba más cerca de Leonor y, aún ardiendo con disgusto, extendió su mano abierta pequeña para que se lo diera. Era un teléfono móvil de doscientos dólares, pero Leonor se lo entregó. Había conseguido una comunicación muy importante con ellos como nunca lo había hecho. Cuatro duendes ayudaban unos a otro a transportar el móvil fuera de la casa, y siguió el resto. Pasando por la mujer desnuda, cada uno de ellos le disparó una mirada que decía que era una increíble idiota y que no quería saber nada más que ver con ella.Se preguntaba más allá de la imaginación lo que la colonia elfo podría haber hecho por Leonor, con el tiempo, si ella hubiera convivido en armonía. Sustituir la azotea y algunos arreglos hubiera sido lo de menos, pero al parecer no les gustan los gatos. Tan pronto como ellos agitaron sus pequeños brazos Lucio se materializó en una almohada en el suelo delante de la chimenea, todos los elfos desaparecieron en la noche helada y nunca fueron vistos de nuevo.





3 comentarios:

  1. preciosa la historia de leonor y de lucio,es que estos elfos son unos diablillos muchas veces amiga jajajajja,menos mal que es un cuento,aunque eso eso de los elfor y las hadas yo tengo aun mis dudas.

    las imagenes estan preciosas amiga,muy acordes al cuento.

    un fuerte abrazo amiga y te deseo una feliz semana!!!!!!!!

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  2. Hermosa historia y preciosas imágenes. Feliz semana. Un abrazo.

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  3. mi simpatica amiga ¿como estas con este frio ???aca por La Rioja helados jajajajaj..muy bonito tu cuento que yo no conocia ,me agradó mucho leerlo ...gracias por tus visitas en mi blog, deseo estes bien y pasando un agradable fin de semana ..besos de tu amiga Dunaluna.
    perdoname pues ha veces no tengo tiempo de visitaros ya que trabajo,atiendos mis blogs,casa ,hijos..¡¡ufff a veces no doy mas de si ..cuidate ..!!

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